Eduard Vallory: “La inercia nos hace reproducir una educación obsoleta”
La UNESCO acaba de presentar su último informe Replantear la Educación: ¿Hacia un bien común mundial? ¿Debemos repensar la educación desde cero?
Debemos repensar dos cosas. Por un lado, el propósito: qué objetivos queremos obtener de la acción educativa; y por otro lado, la práctica: cómo pretendemos conseguir los objetivos. El propósito de la educación nos debe decir qué competencias para la vida se necesitan en el siglo XXI. Y la organización del aprendizaje debe promover prácticas basadas en el conocimiento científico de cómo aprendemos las personas, no en la inercia de lo que siempre se ha hecho.
Pero para repensar la educación deberíamos tener claro qué tipo de sociedad queremos, ¿no?
El informe de la UNESCO también dice que es relevante tener en cuenta que el mundo de hoy es más diverso, desigual, interconectado y con un reto medioambiental enorme, y que debemos capacitar a nuestros jóvenes. También dice que la educación debe integrar las dimensiones cognitiva, emocional y ética, y sobretodo que las competencias que generemos en los niños y niñas deben ser funcionales y significativas.
¿Ahora no es así?
En muchos casos no es así: los aprendizajes fueron diseñados para saber responder exámenes, pero no capacitamos a los alumnos para ser verdaderamente competentes. Es la diferencia entre aprobar el examen de Inglés y saber expresarse en inglés con confianza.
¿Quizá el problema es que la educación hoy en día está pensada para encajar a los jóvenes en un mercado laboral?
Yo creo que no es contradictorio. Tú puedes hacer una educación que esté enfocada a la vida en comunidad y que a su vez cree profesionales competentes en los ámbitos que ellos decidan. Creo que el gran problema que tenemos es que los indicadores de aprendizaje que se usan son limitados. Tú puedes decir que quieres desarrollar personas autónomas capaces de vivir en comunidad en un entorno diverso, que hagan un uso responsable de los recursos, y que tengan habilidades para trabajar en un mercado laboral en transformación acelerada; pero los únicos indicadores que tienes es si han memorizado conocimientos y saben reproducir mecánicas: recitar la tabla periódica de los elementos o solucionar ecuaciones de segundo grado.
¿Por dónde deberíamos empezar entonces?
Debemos generar buenos indicadores para los objetivos competenciales. Tanto para vivir en sociedad como para ser un profesional competente en el siglo XXI, necesitas un tipo de competencias complejas que, hoy por hoy, la mayoría de indicadores que se usan en el mundo educativo difícilmente permiten evaluar. Por esto, acabamos enfocándonos en aquello que sabemos evaluar, y mucho de ello son cosas que puedes encontrar en Google. El director de PISA dice que hoy se valora a las personas no por los conocimientos que tienen, sino por lo que son capaces de hacer con estos conocimientos. Justamente, las competencias son la capacidad de aplicar el conocimiento adquirido a situaciones relevantes. Es aquello que no se encuentra en Google. Y sin embargo, casi todo lo que evaluamos es lo que sí se encuentra.
El informe pone sobre la mesa cambios muy profundos que no se pueden aplicar de un día para otro.
Lo que dice el informe es que paremos un momento y reflexionemos, porque la inercia nos lleva a reproducir un tipo de aprendizaje que ya está obsoleto. Que ya lo estaba hace 100 años, pero que ahora aún lo es más, porque hoy, que tenemos todo el conocimiento en el bolsillo, seguimos dictando a los chicos y chicas conocimientos que tienen al alcance en un clic. Debemos dotarlos de competencias necesarias para ser aprendices autónomos, y no pasivos.
¿La comunidad educativa está en la línea de este cambio?
La comunidad educativa es un sujeto muy plural. Hay una percepción creciente de que el modelo educativo está obsoleto. Pero también hay mucha gente que reacciona a la defensiva desde el negacionismo, porque no cree tener los instrumentos, la formación o las posibilidades de desarrollar un modelo alternativo a lo que está haciendo. Nos haría falta llegar a un consenso sobre qué elementos debe tener una escuela avanzada hoy. Sería cuestión de identificar el marco común y los elementos que se deriven que posibilitaran que todo el sistema se actualizara de forma disruptiva. Sin esto, es difícil que la comunidad educativa se moje por el cambio.
¿Qué actores son y serán clave para impulsar este cambio?
Un primer actor deberían ser los padres y las madres. Ellos hoy acaban midiendo el éxito de sus hijos en la escuela según la nota que sean capaces de sacar en la selectividad, como indicador fiable para decidir el centro al que quieren llevarlos. Pero en realidad, deben darse cuenta de que este hito no les va a servir: ninguna empresa contratará a sus hijos por la nota que sacaron en la selectividad, ni esa nota determinará su capacidad de decidir su proyecto de vida.
Sin embargo…
Sí, a pesar de esto, se acaban escogiendo las escuelas por las notas que sacan sus alumnos. Y por extensión, muchos profesores, la administración pública, los medios de comunicación, etc., creen que esto es el indicador válido. Nos cuesta entender los indicadores. Cada 3 años los gobiernos se agarran al informe PISA, que es comparativo de nivel básico, como si fuera un ranking, y toman decisiones a corto plazo en base a ello. Pero está pendiente una reflexión seria sobre cómo desarrollar las competencias para la vida en el siglo XXI de chicos y chicas, y cómo asegurarnos de ese desarrollo se da realmente.
¿Qué necesitamos para hacer el cambio de chip?
Nos hace falta aportar claves de interpretación a la sociedad, para que supere la visión de escuela tradicional de la que no puede salir: pupitres en filas, un maestro solo que habla, niños callados que toman apuntes, un timbre que toca cada cincuenta minutos, libros de texto para cada materia… Nuestra sociedad debe entender que nada de esto capacitará a nuestros jóvenes para el mundo de hoy.
¿Cómo puede la escuela implicarse en la sociedad?
Lo primero que tiene que hacer es revisar su propósito. Si tu propósito es aprobar la selectividad, el entorno es una molestia, el teléfono móvil es una molestia y los niños que hablan son una molestia. Si tu propósito es formar personas autónomas que tengan capacidad de crear un proyecto de vida pleno, entonces necesitas los instrumentos que haya a tu alcance: la interacción entre los chavales, los otros maestros, el entorno, la sociedad… todos los actores pasan a ser importantes, en diferentes niveles, por supuesto. Pero si la escuela solo se propone transmitir conocimientos enciclopédicos, el entorno es una distorsión.
Y al revés, ¿cómo se puede implicar la sociedad en la educación?
Antes que nada, la propia sociedad debe repensar el objetivo de la educación. Una de las cosas que dice el informe de la UNESCO es, precisamente, que el propósito de la educación se tiene que reformular en base a los retos sociales: el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la convivencia en unas sociedades diversas que genera tensión y violencia, o desarrollar habilidades para un mundo tecnológico donde el crecimiento del conocimiento es exponencial. Si la sociedad se plantea esto, verá que la escuela sola no puede llevar a cabo este cambio, que necesitamos generar unas redes de aprendizaje más flexibles, que no tienen nada que ver con la escuela autosuficiente con sólo el maestro y el libro de texto tradicional.
¿Qué papel tienen y tendrán las TIC en la educación?
El papel más relevante viene de que la aparición de Internet tiene un impacto similar para el aprendizaje que la aparición de la imprenta. Cuando apareció la imprenta, la tradición oral perdió peso en el aprendizaje porque el conocimiento tuvo capacidad de acumularse y transmitirse de forma escrita para grandes volúmenes de población. Desde entonces, ninguna invención ha sido tan potente para la educación como la aparición de Internet, porque ha transformado del todo el acceso a la información. El concepto de espacio y tiempo de cuando aprendes hoy ha cambiado. Y además, también cambia cómo interactuamos las personas, cómo consumimos, cómo se articula el mundo del trabajo y cómo se organiza la sociedad.
¿Y en el futuro?
En el futuro, el crecimiento tecnológico exponencial abre enormes interrogantes que la educación no puede obviar. El Internet de las cosas permite, por ejemplo, controlar la domótica del hogar, y la de muchos trabajos hoy existentes. La impresión en 3D puede cambiar la lógica de consumo y producción. La gestión de Big Data, la robótica, la inteligencia artificial… todo esto tendrá impacto sobre cómo los humanos interactuamos, trabajamos, producimos y nos gobernamos. Y todo esto, inevitablemente, crea un entorno de futuro complejo e incierto que debe impactar en la educación. Nosotros no podemos saber de qué trabajarán los niños que hoy hacen primero de primaria. No sabemos ni qué competencias complejas en concreto necesitarán. Pero ya sabemos qué conocimientos no necesitarán.
Entonces, ¿en qué debemos basarnos para educar a los chicos y chicas del futuro?
Delante de este entorno, puedes hacer dos cosas. Puedes intentar explorar cambios que te acerquen a lo que necesitarán estos niños, o puedes hacer como si no pasara nada y seguir con lo que se ha hecho hasta ahora, que de hecho, es lo que se hace. Por esto el sistema educativo debe hacer una actualización disruptiva y, desde ella, explorar innovaciones fundamentadas para dar respuesta a los nuevos escenarios, sin olvidar que queremos personas autónomas y capaces de llevar a cabo una vida plena. El cambio tecnológico genera nuevos instrumentos para el aprendizaje. La cuestión es saber utilizarlos.
¿A qué se refiere?
Puedes utilizar el powerpoint para explicar exactamente lo mismo que un libro de texto. Una pizarra electrónica se puede utilizar para las mismas clases que la pizarra con yesos. Y esto no tiene mucho sentido. Si no sabemos utilizar y sacar partido a la tecnología para transformar la manera como se aprende, lo que hacemos es reproducir lo que ya se hacía con una interfaz diferente. Y mantener unas prácticas de aprendizaje ya obsoletas.